domingo, abril 08, 2007

Viaje 4

En esta 4 etapa de nuestro viaje nos enfocaremos en un libro:

La Inteligencia Emocional.

Hay un libro de Daniel Goleman, "La Inteligencia Emocional", que trataré de sintetizar los temas relacionados con lo que nos compete. Recomiendo la lectura de este libro para entender en forma definitiva el tema de las emociones y su control. Y no solamente para ello sino también para aprender a cómo encaminar a nuestros hijos a una cultura y educación distinta para que sean libres de verdad.

Cualquiera puede ponerse furioso......eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta.....eso no es fácil. ARISTOTELES, Etica a Nicómaco

¿Qué factores entran en juego cuando las personas que tienen un elevado coeficiente intelectual tienen dificultades y las que lo tienen modesto se desempeñan sorprendentemente bien?

La diferencia suele estar en que "la inteligencia emocional" incluye el autodominio, el celo, la persistencia y la capacidad de motivarse uno mismo. Estas habilidades pueden enseñarse a los niños dándoles así mejores posibilidades de utilizar el potencial intelectual que la lotería genética les haya brindado.

En principio, el impulso es el instrumento de la emoción, la semilla de todo impulso es un sentimiento que estalla por expresarse en la acción. Quienes están a merced del impulso por carecer de autodominio padecen una deficiencia moral: la capacidad de controlar el impulso es la base de la voluntad y el carácter.

Sabemos que en esencia las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado. La raíz de esta palabra "emoción" es "motere", el verbo latino "mover", además del prefijo "e" que implica "alejarse", lo que sugiere que en toda emoción hay implícita una tendencia a actuar.

Las emociones pueden alterar el pensamiento mismo. Cuántas veces nos sentimos alterados emocionalmente y decimos que no podemos pensar correctamente. El cerebro emocional está tan comprometido en el razonamiento como lo está el cerebro pensante. A las emociones les importa la racionalidad. En la danza de sentimiento y pensamiento, la facultad emocional guía nuestras decisiones momentáneas, trabajando en colaboración con la mente racional y permitiendo o imposibilitando el pensamiento mismo. De la misma manera el cerebro pensante desempeña un papel ejecutivo en nuestras emociones, salvo en aquellos momentos en que las emociones quedan fuera de control y el cerebro emocional pierde sus frenos.

En este sentido, tenemos dos cerebros, dos mentes y dos clases de inteligencia diferentes: la racional y la emocional.

El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Para hacerlo positivamente en nuestra vida, primero debemos comprender más precisamente qué significa utilizar la emoción de manera inteligente.

Cuando lo inteligente es tonto

Cuántas veces escuchó o se preguntó lo siguiente:

¿Cómo una persona tan evidentemente inteligente pudo hacer algo tan irracional, tan absolutamente estúpido?

La respuesta es que la inteligencia académica tiene poco que ver con la vida emocional. Las personas más brillantes pueden hundirse en los peligros de las pasiones desenfrenadas y de los impulsos incontrolables, personas con un coeficiente intelectual elevado pueden ser pilotos increíblemente malos de su vida privada.

A diferencia del Coeficiente Intelectual (CI) con sus casi 100 años de historia de estudios de cientos de miles de personas, el concepto de inteligencia emocional es nuevo; habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar; mostrar empatía y abrigar esperanzas.

Es por ello que se considera que la contribución más importante que puede hacer la educación al desarrollo de nuestros hijos es ayudarlo a acceder a un campo en el que sus talentos se desarrollen más plenamente, donde se sienta mas satisfecho y capaz. Deberíamos perder menos tiempo clasificando a los chicos en categorías y más tiempo ayudándolos a reconocer sus aptitudes y dones naturales y a cultivarlos.

Conocete a Ti mismo

Según cuenta un relato japonés, un belicoso samurai desafió en una ocasión a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén: "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!" Herido en lo más profundo de su ser, el samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: "Podría matarte por tu impertinencia". "Eso", repuso el monje con calma, "es el infierno".Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección. "Y eso", añadió el monje, "es el cielo".

El súbito despertar del samurai a su propia agitación ilustra la diferencia crucial que existe entre quedar atrapado en un sentimiento y tomar conciencia que uno es arrastrado por él. La frase de Sócrates "CONOCETE A TI MISMO" confirma esta piedra angular de la inteligencia emocional: la conciencia de los propios sentimientos en el momento que se experimentan.

El comienzo fisiológico de una emoción ocurre típicamente antes de que una persona conozca conscientemente el sentimiento mismo. Poco a poco se va volviéndose lo suficientemente fuerte para convertirse en algo consciente. Así, hay dos niveles de emoción, la consciente y la inconsciente. En el momento que una emoción se convierte en algo consciente marca su registro como tal en la corteza frontal. Las emociones que arden bajo el umbral de la conciencia pueden ejercer un poderoso impacto en la forma en la que percibimos y reaccionamos, aunque no tengamos idea de que están funcionando. Ejemplo: Alguien se siente molesto por un encuentro desagradable a primera hora de la mañana y está de mal humor todo el día. Una vez que la reacción pasa a ser consciente, la persona puede volver a evaluar las cosas, decidir que prefiere minimizar los sentimientos experimentados con anterioridad y quizás cambiar su visión y su humor. La conciencia de las propias emociones es el eslabón que une el fundamento siguiente de la inteligencia emocional: ser capaz de superar el mal humor.

Vamos un poco más a lo nuestro. Muchos de estos pensamientos y acciones concientes activan mecanismos psicológicos inconscientes con consecuencias que no podemos predecir nunca. Es por ello que muchas veces nos encontramos realizando acciones fuera de nuestro control. Un ejemplo clásico en nuestra labor es introducir órdenes al mercado de manera irracional. Los traders que toman menos tiempo para tomar sus decisiones son los más propensos a los resultados de los mecanismos psicológicos inconscientes señalados. Siempre nos tenemos que prestar mucha atención a nosotros mismos. Es decir tenemos que escucharnos atentamente y analizar cuidadosamente lo que nos decimos a nosotros mismos, en especial, si son cuestiones negativas, como por ejemplo: “no soy lo suficiente inteligente para procesar toda la información y entrar al mercado”, “tengo miedo de arriesgar esta suma de dinero”, “siempre vendo apresuradamente” y seguramente ustedes tendrán muchos mas ejemplos de estos. Siempre hay que neutralizar estos pensamientos inconscientes desde la propia conciencia.

Esclavos de la Pasión

El autodominio, el ser capaces de soportar las tormentas emocionales a las que nos someten los embates de la fortuna en lugar de ser "esclavos de la pasión", ha sido elogiado como virtud desde los tiempos de Platón.

En efecto, mantener bajo control nuestras emociones perturbadoras es la clave para el bienestar emocional; los extremos (emociones muy intensas o muy duraderas) socavan nuestra estabilidad. Los momentos de decaimiento, así como los de entusiasmo, dan sabor a la vida, pero es necesario que guarden un equilibrio.

Dominar nuestras emociones es una tarea absorbente, porque la mayor parte de lo que hacemos, sobre todo en nuestro tiempo libre, es intentar dominar nuestros estados de ánimo. El arte de serenarnos es una habilidad fundamental para la vida.

La cuestión no surge con la tristeza, preocupación o la ira comunes y corrientes; normalmente esos estados de ánimo pasan con tiempo y paciencia. Pero cuando estas emociones poseen gran intensidad y se prolongan más allá de un punto adecuado, se funden en sus perturbadores extremos: la ansiedad crónica, la ira incontrolable, la depresión. Y en sus formas más severas en intratables pueden ser necesarias la medicación, la psicoterapia, o ambas.

La Aptitud Magistral

Quizás muchos han vivido la situación de dar un examen y donde uno se queda paralizado por el terror. Se pasa la hora mirando la página mientras piensa solo en las consecuencias que tendrá que soportar, los mismos pensamientos se repiten una y otra vez. Te quedas paralizado, no intentas una respuesta a las preguntas del examen y solo te concentras en el terror y esperas que ese tormento termine. Este es el ejemplo que da el autor y es lo que a él le sucedió una vez y que considera la prueba más convincente del impacto devastador que el trastorno emocional tiene sobre la claridad mental. Este es el poder del cerebro emocional para dominar, incluso paralizar, el cerebro pensante.

Es muy importante ejercer una motivación positiva (el ordenamiento de los sentimientos de entusiasmo, celo y confianza) en los logros. Estudios realizados en atletas olímpicos, músicos a nivel mundial, grandes maestros de ajedrez, demuestran que el rasgo que los une es la capacidad de motivarse ellos mismos para llevar a cabo una rutina de entrenamiento implacable y con el firme aumento del grado de excelencia necesario para alcanzar un lugar a nivel mundial.

En la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad para pensar y planificar, para llevar a cabo el entrenamiento con respecto a una meta distante, para resolver problemas y conflictos, definen el límite de nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas, y así determinar nuestro desempeño en la vida. Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer con respecto a los que hacemos, esos sentimientos nos conducen a los logros. Es en este sentido que la inteligencia emocional es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas las habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.

Otro aspecto importante es el "control del impulso". Esto se comenzó a investigar con lo que se llamó, la “prueba del bombón", con niños menores ofreciéndoles un dos bombones a quienes terminaran una tarea y uno solo a quienes no. Este desafío en por ejemplo criaturas menores a 4 años muestra la batalla que existe entre el impulso y la restricción, el yo y el ego, el deseo y el autocontrol, la gratificación y la postergación. Este y otros estudios realizados con niños que luego fueron seguidos hasta la adolescencia dieron como resultado que aquellos que pudieron contener el impulso de llevarse solo un bombón sin culminar la tarea, resultaron personas más componentes en el plano social, más eficaces en sus tareas, más seguros de sí mismos y más capaces de enfrentarse a las frustraciones de la vida.

Tal vez no existe herramienta psicológica más importante que la de resistir el impulso. Es la raíz de todo autocontrol emocional dado que las emociones llevan a uno u otro impulso a entrar en acción. Si se trabaja de niño esto probablemente ofrecerá una interpretación no solo del carácter sino también de la trayectoria que seguirá a lo largo de su vida.

Esto se describe con la desafortunada frase "demora de la gratificación auto-impuesta y dirigida a un objetivo", es decir la esencia de la autorregulación emocional, la capacidad de rechazar un impulso al servicio de un objetivo.

Hablando de objetivos, la “esperanza”, es lo que marca la diferencia. También en estudios con alumnos se vio que aquellos que abrigan muchas esperanzas, que se fijan metas mas elevadas y saben trabajar arduamente para alcanzarlas consiguieron logros académicos más elevados que aquellos con aptitudes intelectuales equivalentes pero con menos esperanza. La esperanza es algo más que el punto de vista que todo saldrá bien, es una manera más específica de creer que uno tiene la voluntad y también los medios para alcanzar sus objetivos, sean estos cuales fueran.

Desde la perspectiva de la inteligencia emocional, abrigar esperanzas significa que uno no cederá a la ansiedad abrumadora, a una actitud derrotista ni a la depresión cuando se enfrente a desafíos o contratiempos. En efecto, las personas que abrigan esperanzas muestran menos depresión que las demás ya que actúan para alcanzar objetivos, son menos ansiosas en general y tienen menos dificultades emocionales.

Las emociones se contagian.

"En la guerra de Vietnam los soldados de un pelotón norteamericano estaban en cuclillas en medio de un arrozal, en pleno tiroteo con el Vietcong. De repente, una fila de seis monjes empezó a caminar a lo largo de las pequeñas elevaciones que separaban un arrozal de otro. Con serenidad y porte perfecto, los monjes caminaban directamente hacia la línea de fuego. No miraban a la derecha ni a la izquierda. Caminaban en línea recta. Fue realmente extraño, porque nadie les disparó. Y después que terminaron de caminar por los montículos, de pronto el deseo de lucha abandonó a los soldados norteamericanos. No tenían ganas de seguir haciendo eso, al menos ese día. Debió de ser así para todos, porque todos abandonaron. Simplemente todos dejaron de combatir."

Brillantez emocional: informe de un caso.

Una tarde viajaba a su casa en un tren suburbano de Tokio cuando subió un trabajador robusto, agresivo, borracho y sucio. El hombre se tambaleaba y comenzó a asustar a los pasajeros, mientras maldecía en voz alta golpeó a una mujer que sostenía un bebé en brazos y la hizo caer encima de una pareja de ancianos, que a su vez se levantaron de un salto y corrieron hasta el otro extremo del vagón. El borracho se dio algunos golpes más y se agarró de la barra de metal que estaba en el medio del vagón e intentó arrancarla.

En ese momento Terry, sintió que debía intervenir para evitar que alguien saliera lastimado, pero recordó las palabras de su maestro: " el aikido es el arte de la reconciliación. El que tenga la intención de luchar habrá quebrado su conexión con el universo. Si intentas dominar a la gente, ya estás derrotado. Lo que estudiamos es cómo resolver el conflicto, no como iniciarlo."

Terry se puso de pie lentamente y al verlo el borracho rugió:" ¡Ajá! ¡Un extranjero! ¡Lo que necesitas es una lección sobre modales japoneses!" y se dispuso a lanzarse sobre Terry. Pero en ese preciso instante alguien lanzó un grito ensordecedor y extrañamente alegre. "¡Eh!"

Era como si alguien se hubiese encontrado con un amigo. El borracho, sorprendido se dio media vuelta y vio a un diminuto japonés, de unos setenta años, sentado y vestido con kimono. El anciano le sonrió al borracho con deleite y le hizo señas con la mano mientras le decía "Ven aquí". El borracho avanzó mientras le decía en tono beligerante:

"¿Por qué demonios debería hablar contigo?". Entretanto Terry estaba preparado para derribar al borracho en cuanto hiciera el menor movimiento violento.

¿Qué has estado bebiendo? preguntó el anciano mientras miraba al borracho con una sonrisa. He estado bebiendo "sake", y no es asunto tuyo le respondió el borracho.

OH, es maravilloso, absolutamente maravilloso, le dijo el anciano en tono amistoso. ¿Sabes? A mi también me gusta mucho el "sake". Todas las noches mi esposa y yo, ahora ella tiene sesenta y seis años, calentamos una pequeña botella de sake, la llevamos al jardín, nos sentamos en un viejo banco de madera, y disfrutamos la bebida. Poco a poco el borracho comenzó a suavizarse y a aflojar sus puños.

Estoy seguro que tienes una esposa maravillosa le dijo el anciano.

No, dijo el borracho. Mi esposa murió y entre llantos comenzó a contarle su historia, de cómo había perdido a su esposa, su hogar, su trabajo y se sentía avergonzado de sí mismo.

En ese momento Terry tenía que bajar y oyó cuando el anciano invitaba al borracho a sentarse con él y le contara todo. Vio como el borracho se tendía en el asiento y apoyaba la cabeza en el regazo del anciano.

¡Eso es brillantez emocional!

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