sábado, abril 14, 2007

Viaje 5

Hoy, en la 5 parte de nuestro viaje y resumen de lo que nos parece es lo más importante que hemos visto en este blog hasta ahora trataremos parte de lo que hace a la inteligencia emocional y el control de las emociones en nuestro trabajo, el trading.

Los mercados se mueven por emociones.

Ya vimos con demasiado detalle qué significa la palabra emoción y si la trasladamos a los mercados vemos que en esencia todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado.

Trasladándonos a los mercados Alberto Cárdenas en http://www.hispatrading.com/ tomando como base el material del libro Inteligencia Emocional nos dice que las emociones constituyen la fuerza que le da vida a los mercados, son la energía que alimenta el sistema financiero. Las emociones son la energía que le imprime dinamismo a los mercados.

Los mercados son un gran sistema, y como todo sistema se encuentra compuesto por un conjunto de elementos. Dichos elementos son todos los agentes económicos que hacen vida en el mismo. Inversionistas, Casas de Bolsa, Intermediarios, y Especuladores. En líneas generales, todos ellos individuos pensantes, cada uno con necesidades específicas y perspectivas definidas, sujetos a la influencia de estas fuerzas que en definitiva se traducen en el movimiento de los precios del mercado. Teniendo en cuenta que las emociones juegan un papel fundamental en nosotros mismos y en definitiva en los mercados. Debemos aprender a tomarlas muy en serio, estudiarlas, comprenderlas y en muchos casos controlarlas para que nos permitan ser efectivos en nuestra operatoria.

Existe un estado en el cual, parece que este conjunto de fuerzas (“emociones”) se conjugan de tal forma en el individuo, que permiten llevarlo a verdaderos estados de efectividad.

¿Cómo canalizar las emociones en nuestras vidas de forma que nos permitan ser personas eficaces?

Existe un estado misterioso en el que este conjunto de fuerzas se conjugan de una forma que permiten un desempeño extraordinario.

Cientos de hombres y mujeres diversos -alpinistas, campeones de ajedrez, cirujanos, jugadores de baloncesto, ingenieros, inversionistas, especuladores bursátiles, gerentes e incluso archivistas hablan de una época en la que se superaban a ellos mismos en alguna actividad preferida. El estado que describen recibe el nombre de “flujo” en los trabajos de Mihaly Csikszentmihalyi, el psicólogo de la Universidad de Chicago que ha reunido durante dos décadas de investigación estos testimonios de desempeño óptimo.

Los atletas conocen este estado de gracia como “la zona”, en la que la excelencia no requiere ningún esfuerzo, la multitud y los competidores desaparecen, felizmente absorbidos por ese momento. Diane Roffe-Steinrotter, que obtuvo una medalla de oro en esquí en los juegos Olímpicos de invierno de 1994, dijo al concluir su participación en una carrera de esquí que no recordaba nada salvo estar inmersa en la relajación: “Me sentía como una cascada”. Ser capaz de entrar en el así llamado flujo es el punto óptimo de la inteligencia emocional; el flujo representa tal vez lo fundamental en preparar las emociones al servicio del desempeño y el aprendizaje. En el flujo, las emociones no sólo están contenidas y canalizadas, sino que son positivas, están estimuladas y alineadas con la tarea inmediata. Quedar atrapado en el aburrimiento de la depresión o en la agitación de la ansiedad significa quedar excluido del flujo. Sin embargo, el flujo es una experiencia que casi todo el mundo tiene de vez en cuando, sobre todo cuando alcanza el desempeño óptimo o llega más allá de sus límites iniciales.

En el caso de la operatoria bursátil, efectivamente uno siente en algunas ocasiones que el día fuera realmente diferente. Siente una confianza absoluta en lo que esta haciendo, cuando mira los monitores y los gráficos de las cotizaciones no ve precios, ve prácticamente figuras armoniosas, notas musicales que me indican de una forma natural la danza que está experimentando el mercado. Realiza las operaciones de forma relajada y en total claridad, no es un desconocimiento de las estrategias aprendidas, es todo lo contrario, una facilidad increíble para ponerlas en práctica. Es un estado en el que no se siente ningún tipo de tensión, puedo decir que verdaderamente disfruto lo que hago, es en líneas generales un completo fluir. Este estado no garantiza de ninguna forma obtener ganancias seguras, pero si nos acerca a niveles elevados de efectividad y aprendizaje. Esa es una experiencia magnifica: el sello del flujo es una sensación de deleite espontáneo. Debido a que el flujo provoca una sensación tan agradable, es intrínsecamente gratificante. Es un estado en el que la gente queda profundamente absorta en lo que está haciendo, dedica una atención exclusiva a la tarea y su conciencia se funde con sus actos.

En efecto, reflexionar demasiado sobre lo que se está ocurriendo interrumpe el flujo. La atención queda tan concentrada que la persona sólo es consciente de la estrecha gama de percepción relacionada con la tarea inmediata y pierde la noción de tiempo y espacio. El flujo es un estado de olvido de sí mismo, lo opuesto a la cavilación y la preocupación: en lugar de quedar perdida en una nerviosa preocupación, la persona que se encuentra en un estado de flujo está tan absorta en la tarea que tiene entre manos que pierde toda conciencia de sí misma y abandona las pequeñas preocupaciones - la salud, las cuentas, incluso la preocupación por hacer las cosas bien- de la vida cotidiana. En este sentido, el estado de flujo se caracteriza por la ausencia del yo.

Paradójicamente, la persona que se encuentra en este estado muestra un perfecto control de lo que esta haciendo y sus respuestas guardan perfecta sintonía con las exigencias cambiantes de la tarea. Y aunque la persona alcanza un desempeño óptimo mientras se encuentra en este estado, no le preocupa como está actuando ni piensa en el éxito o en el fracaso: lo que motiva es el puro placer del acto mismo. ¿Cómo puedo alcanzar la zona?

Los operadores bursátiles que logran alcanzar dicho estado, no están preocupados por las ganancias o las perdidas, simplemente fluyen en la operativa cumpliendo una disciplina previamente establecida. El hecho de ganar o perder forma parte del proceso mismo de operaciones. Esto no quiere decir que los mismos no utilizan stop loss y no tienen idea del riesgo, o no tienen una política de gestión de capital establecida. Todo lo contrario, tienen una facilidad asombrosa para cumplir la estrategia previamente definida. No les tiembla el pulso para dejar correr las ganancias y cortar las pérdidas cuando éstas se produzcan. Existen varias maneras de alcanzar el estado de flujo. Una es concentrarse intencionalmente en la tarea a realizar; la concentración elevada es la esencia del estado de flujo. A las puertas de esta zona parece existir un circuito de retro-alimentación: serenarse y concentrarse lo suficiente para comenzar la tarea puede exigir un esfuerzo considerable, y este primer paso exige cierta disciplina. Pero una vez que la concentración empieza a consolidarse, exige una fuerza propia que exige al mismo tiempo el alivio de la turbulencia emocional y hace que la tarea resulte fácil.

Usar la creatividad y escucharse a uno mismo es una actitud valida para esto. La entrada en esta zona también puede producirse cuando la persona encuentra una tarea para la que tiene habilidades y se compromete en ella a un nivel que en cierto modo pone a prueba su capacidad.

Como dice Csikszentmihalyi: “La gente parece concentrarse mejor cuando las exigencias son un poco mayores de lo habitual, y son capaces de dar mas de lo habitual. Si se le exige demasiado poco, la gente se aburre. Si tiene que ocuparse de demasiadas cosas, se vuelve ansiosa. El estado de flujo de produce en esa delicada zona entre el aburrimiento y la ansiedad”.

El placer espontáneo, la gracia y la efectividad que caracterizan al estado de flujo son incompatibles con los asaltos emocionales. La calidad de atención durante el estado de flujo es relajada aunque sumamente concentrada. Se trata de una intensidad muy distinta del esfuerzo que hacemos para prestar atención cuando estamos cansados o aburridos o cuando nuestra concentración se ve acosada por sentimientos inesperados como la ansiedad y la ira. Cuando logramos penetrar en dicho estado, el temor, la ansiedad, el optimismo excesivo, enemigos implacables en nuestra operativa, simplemente ceden, y abren paso a un sentimiento de seguridad natural que permite fluir junto al mercado. Lo cual no quiere decir dejarse llevar por él.

El estado de flujo carece de estática emocional, salvo por un sentimiento irresistible y sumamente motivador de suave éxtasis. Ese éxtasis parece un producto derivado de la atención, que es un prerrequisito del estado de flujo. En efecto la literatura clásica de las tradiciones contemplativas describe estados de ensimismamiento que se viven como pura beatitud: un estado de flujo inducido exclusivamente por la concentración intensa. Al observar a alguien que se encuentra en estado de flujo se tiene la impresión de que lo difícil resulta fácil; el desempeño óptimo parece natural y corriente. Esta impresión es comparable con lo que ocurre dentro del cerebro, donde se repite una paradoja similar: las tareas más desafiantes se realizan con un gasto mínimo de energía mental. En el estado de flujo, el cerebro está “fresco”, su excitación e inhibición del circuito nervioso está en sintonía con la exigencia del momento. Cuando la persona está ocupada en una actividad que capta y retiene su atención sin esfuerzo, su cerebro se “tranquiliza” en el sentido de que se produce una disminución de la excitación cortical. Ese descubrimiento es notable, teniendo en cuenta que el estado de flujo permite a la persona emprender las tareas más desafiantes en un campo determinado, ya sea jugar contra un maestro de ajedrez, resolver un problema matemático complejo u operar en mercados con altísimos niveles de incertidumbre y volatilidad. Se supone que estas tareas desafiantes exigirían más actividad cortical, no menos.

Pero una clave del estado de flujo es que se produce sólo cuando la capacidad está en su apogeo, las habilidades están bien ensayadas y los circuitos nerviosos son absolutamente eficientes. Una concentración esforzada - alimentada por la preocupación- produce un aumento de la activación cortical. Pero la zona del estado de flujo y del desempeño óptimo parece ser un oasis de la eficiencia cortical, con un gasto mínimo de energía mental.

Esto tiene sentido, tal vez, en función de la practica especializada que permite a la persona alcanzar el estado de flujo: haber dominado los pasos de una tarea, ya sea una actividad física como el alpinismo o una actividad mental como la programación de computadoras, o el análisis técnico de los mercados, el recuento de ondas, la utilización de sistemas de especulación, etc., significa que el cerebro puede ser mas eficiente para realizarlas. Los movimientos bien practicados exigen mucho menos esfuerzo cerebral que aquellos que simplemente se aprenden, o que aquellos que aún resultan demasiado difíciles.

Asimismo, cuando el cerebro trabaja menos eficazmente debido a la fatiga o a los nervios, como ocurre al final de un largo día de tensión, la precisión del esfuerzo cortical queda desdibujada y quedan activadas demasiadas áreas superfluas: un estado nervioso experimentado como algo sumamente confuso. Lo mismo ocurre con el aburrimiento. Pero cuando el cerebro funciona en su punto óptimo de eficiencia, como en el estado de flujo, existe una relación precisa entre las zonas activas y las exigencias de la tarea. En este estado, incluso el trabajo difícil puede resultar refrescante o reparador en lugar de agotador.

Debido a que el estado de flujo surge en la zona en que una actividad desafía a la persona a desarrollar el máximo de sus capacidades, a medida que sus habilidades aumentan, la entrada en el estado de flujo supone un desafío mas elevado. Si una tarea es demasiado sencilla, resulta aburrida; si supone un desafío demasiado grande, el resultado es la ansiedad en lugar del estado de flujo. Se puede argumentar que el dominio de un arte o una habilidad se ve estimulado por la experiencia del estado de flujo; que la motivación para mejorar cada vez más en algo - ya sea tocar el violín, especular con futuros financieros, o manipular genes- es al menos en parte permanecer en estado de flujo mientras se desarrolla la tarea.

De hecho en un estudio llevado a cabo con doscientos artistas dieciocho años después de que salieran de la escuela de arte, Csikszentmihalyi descubrió que los que se habían convertido en pintores serios eran aquellos que en su época de estudiantes habían disfrutado del deleite que les proporcionaba el hecho de pintar. Los que en la escuela de arte se habían sentido motivados por sueños de fama y riquezas, en su mayor parte abandonaban el arte después de graduarse. Hacer trading, operar en los mercados, es definitivamente un arte. El mismo principio se aplica a los especuladores y traders. Si nosotros nos vemos motivados por sueños de grandeza desmedidos, hacer dinero de forma inmediata y fácil, (cosa que no digo que no pueda ocurrir), es muy probable que fracasemos en nuestra operatoria. Debemos por encima de todo aprender a disfrutar lo que hacemos, esto es parte importante del estilo de vida que nosotros como buenos traders debemos asumir.

La humildad juega un papel importante en esta tarea. “Los pintores deben sentir deseos de pintar por encima de todas las cosas. Si el artista que está delante del lienzo empieza a preguntarse por cuanto lo venderá, o qué pensarán los críticos de su obra, no logrará seguir un camino original. Los logros creativos dependen de la inmersión en un único objetivo”.Mihaly Csikszentmihalyi.

Salu2

Pablo Devaux

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